Yume 30-01

31.01.2020
Vino Mario a mi casa, y yo tenía muchísimas ganas de verle. Estaba muy contenta y me alegré mucho de que viniera a mi casa.

Se la enseñé, estuvimos con mis pollitos.. todo muy normal. Y de repente, llaman al timbre, eran todos los que habían ido a California, venían tambien a mi casa.... ya que habían ido hasta allí.. les abrí la puerta, "no pasa nada".

Fui yo, la que cometió el error, de ... traer a guille y... de tener que volver para ir al médico. En el fondo, nadie lo sabía, ni si quiera yo!!! pero, era yo la que tenía que volver lo antes posible...

Fue todo un drama, necesario, para poder volver cuanto antes. Ni yo lo sabía, y menos aún nadie...

Gracias Universo, por ayudarme aunque sea de una manera tan trágica. Te lo agradezco.

Cuando llegaron y entraron en mi casa, no me importó. Hablamos, y... nadie le dió mucha importancia, más bien parecía como que no había pasado nada.

Luego nos fuimos todos juntos, y acabamos en una selva perdida en vete a saber. Había un grandísimo círculo, de miles de km, como los de las cosechas, sutiente pintado de rojo, pero de rojo creo que solo podía verlo yo.

Busqué las coordenadas y se las pasé por el móvil a aquellos que tenían datos.

Decidimos meternos allí dentro y explorar el círculo, y creo recordar que era tan ancho como un gran camino por la basta jungla, y de diámetro tenía un millón de km.

Al entrar, entramos en otra dimensión. Cada uno era un animal. Ahora mismo no recuerdo cual era el mío... pero creo que su color era rosa.

Ellos sabían hacerlo todo, como si hubieran estado allí por mucho tiempo, y yo era la que no sabía moverme con destreza.

Aprendí rápido, ultra velocidad, sin agotamiento.

Me separé del grupo que parecían hamster llendo todos en la misma jaula. Pensé que si el círculo medía 1.000.000 de km, tenía que haber sitios ocultos, mejores que esa jaula. Entonces aparecí en una ciudad antiuga, como Maya, Ínca o Azteca.

Era precioso y estaba decidida a entrar. Con o sin nadie. Porque aunque fardaban de manejar sus habilidades, nadie pudo llegar a donde yo estaba, hasta mucho tiempo después.

Luego lo que recuerdo, es que estoy con mi madre y mi abuela.

Estábamos en mi casa, y había que llevar a mi abuela a un minigolf, que era su nueva terápia para pasarlo bien.

Parecía como si mi madre y yo quisiéramos librarnos de ella.. la dejamos corriendo en el bus, y una parada más tarde se bajó porque hubo un accidente en la carretera.

Yo iba conduciendo mi coche, y ellas venían conmigo.

Después de que se metiera mi abuela corriendo en el coche con nosotras, yo me alegré de que estuviera conmigo. Con nosotras.

Y decidimos o decidí, ir todas juntas al minigolf.

Ibamos en bici, el camino era precioso: Árboles altos y frondosos, elegantes, me sentía como por un camino de hadas. El camino era de tirra fina y clarita, color caramelo. Había más gente andando y montando en bici, y a mí me pareció super acogedor, agradable y seguro.

Pasado un buen rato, en la bici me dolían las rodillas, me tuve que bajar antes de caerme de la bici para ver qué estaba pasando. Resulta que de las 3 bicis, la mía era la única que estaba mal. El sillín no se regulaba a ninguna altura, y por eso yo me estaba jodiendo las rodillas. Bueno, al menos es mi bici y ellas van tan tranquilas.

Desde ese momento fuimos todas andando, y llegamos al minigolf.

Había que sacar las entradas y mi madre nos invitó. Pagando, había un vagabundo, moreno, con su bici vieja, y mi madre tenía miedo de que nos fuera a robar. Yo no sé si de verdad tenía intenciones o no, no parecía tan malo la verdad.. creo que mi madre exajeró un poco porque tenía miedo. Yo intenté comprenderla poniéndome en su lugar, y es verdad que sacar las entradas era un poco complicado, como que estaba hecho para personas que medían 2 metros. Una hironía porque ibamos a jugar al minigolf... xD

Y justo al acabar, llegan dos chicos, y uno de ellos conocía a mi madre. Tenía aires de atleta o de persona importante, famosa por algo de deporte.. aunque yo no le conocía ni le había visto nunca, he de reconocer que el chico era muy guapo.

© 2019 Cristina Martínez Girol
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